El congreso está de pelo parado por la propuesta del Alcalde
de Bogotá, Gustavo Petro. Y no es de
extrañarse. La mayoría de veces que
alguien se atreve a pensar en lo imposible siempre es tildado de loco, más aún
al Alcalde Petro, quien tiene poca favorabilidad entre los ciudadanos a quienes
representa.
Luego de que saliera la iniciativa que, personalmente me
parece genial, el procurador Alejandro Ordóñez fue el más alarmado. Dijo que
Petro se la había fumado verde y que la intención de estos centros de consumo
era incentivarlo. Es una respuesta común como todas las del procurador, quien
parece más un payaso de feria que lo que es.
Las palabras salidas de tono y los juicios sin fundamentos son una
prueba más del pensamiento ortodoxo y
medieval que aún nos rige.
Es cierto que Colombia no es un país cuya cultura esté
completamente preparada para aceptar una inclusión en el tema de las drogas, pero la propuesta
de Gustavo Petro puede comenzar a abrir ese camino, cultural, social y más
importante jurídico.
La droga es un gran negocio, pero a la vez es un arma de
doble filo. Porque ese mismo negocio está desangrando a nuestro país, mientras
en otros lugares del mundo la consumen. El verdadero conflicto está en nuestra
sociedad, quien, injustamente sufre las consecuencias del narcotráfico, cuyo
único punto final es la legalización.
Si tomamos países como ejemplo nos damos cuenta del inmenso
error en el que caen las personas con prejuicios. Es un mito creer que en la
actualidad la legalización traería más consumo. Holanda tiene la droga legal,
en puntos autorizados, hace muchos años y es el país con menos consumo del
mundo. Además, la producción de café en nuestro país es tan alta como la producción
de cocaína y el consumo de estos dos no es equivalente.
La gran tarea que tiene Petro no es convencerme a mí o a
muchos ciudadanos quienes, como yo, piensan que es una buena iniciativa, sino a
todos los congresistas, senadores y al Presidente que ya se le están yendo
encima. Sólo se me ocurren dos razones por las cuales esto sucede: tienen miedo
de que se les acabe el negocito o tienen miedo de caer en la tentación de
entrar allá, porque cuando algo deja de ser tabú ya no importa hacerlo a
escondidas.
En fin, me parece lamentable esta doble moral y le respondo
al procurador: si la droga incentiva al consumo, entonces ¿por qué los realities de
televisión son legales si incitan a la violencia?
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