martes, 14 de abril de 2015

En defensa de la mujer

Hace unos días me vi involucrada en conversaciones y discusiones sobre las características de las mujeres. Me sorprendió sobremanera ver cómo las mismas mujeres eran quienes más miserablemente hablaban de otras mujeres, como si ellas no lo fueran (¿?), por supuesto yo me sentía ofendida cada vez que alguna mujer con la que estaba decía que el género femenino es muy envidioso, caprichoso, cizañero, enredador y conflictivo; pero más que ofendida sentía una necesidad incensurable de expresar mi opinión respecto a estas generalizaciones tan odiosas y poco fundamentadas en la ciencia y en estadísticas, que parecen más bien discursos que de generación en generación se transmiten como un código genético y se vuelven un cáncer.

Sé que las mujeres tenemos conductas diferentes a las de los hombres, claramente. Sin embargo lo que somos no se puede reducir únicamente a calificativos tan generales como buenos o malos. Es decir, y aunque a muchos les suene a burla, lo que algún día la ex señorita Antioquia Verónica Velásquez respondió frente a la pregunta que le hicieron en el Concurso Nacional de Belleza, sobre si la mujer era el complemento del hombre, fue muy acertado: que obviamente ambos géneros se complementaban. Y esto se da porque el hombre  y la mujer tienen cada uno ciertos rasgos físicos, emocionales, psicológicos y comportamentales que los definen y que, a su vez, los hacen necesitarse.

Siempre he creído que las actitudes y los valores son propios del ser humano, no de los géneros. Es fundamentalista decir que sólo las mujeres sienten envidia, y que los hombres nunca pelean. Sólo basta con mirar el panorama geopolítico mundial y en darle una repasada al cuaderno de historia del colegio o de la universidad para encontrarse con la cantidad de conflictos mundiales a causa de los egos de los hombres. Y con esto no estoy generalizando, porque como expreso aquí, este tipo de categorías me parecen inútiles y hostiles, pero quiero ampliar la perspectiva, mostrar que los hombres también pelean y también sienten envidia, porque estos  comportamientos de los que hablo aquí no son endémicos de la mujer sino del ser humano.  Por eso, mujeres, no es bonito que hablen de su propio género con palabras tan destructivas. Piensen en sus mamás, en sus abuelas, en sus hijas (si las tienen), e incluso, piensen en ustedes y en todas las virtudes que tiene el sexo femenino. También las invito a reflexionar sobre sus conductas, si ustedes creen que son reprochables, entonces corríjanlas, pero no les trasladen al resto de personas lo que ustedes hacen o son, equivocarse no es un pecado, y ser mujer mucho menos, además cada persona es única y no creo que todas las mujeres del mundo actuemos ni pensemos igual. Si revisáramos y analizáramos cada una de las culturas del mundo, entenderíamos también que el papel de las mujeres es distinto en cada una de ellas, y esta es otra razón más para no volver a generalizar.