jueves, 6 de agosto de 2015

La amenaza nuclear

Cumplidos los 70 años de la bomba atómica que recibieron las ciudades japonesas Hiroshima y Nagasaki de parte de los estadounidenses en el marco de la II Guerra Mundial, se me ocurrió la idea de que este es, tal vez, el acto más terrible que ha cometido el ser humano.
Más allá de las miles de personas que murieron al instante cuando la potentísima bomba de hidrógeno estalló a 550 metros de altura de la ciudad de Hiroshima, y las generaciones siguientes que sufrieron o murieron a causa de las enfermedades radiactivas que dejó este Little Boy, como fue llamado el experimento de los gringos, las pérdidas en infraestructura para las ciudades en desarrollo que eran Hiroshima y Nagasaki y el golpe moral tan devastador para los japoneses, que significó su rendición en la II Guerra Mundial, este mensaje bélico que enviaron los norteamericanos no fue únicamente para el país nipón sino para el mundo: “Tenemos el poder de acabar con quien sea y con lo que sea”. Agobiante y aterrador por donde se le mire.
Estados Unidos le dio un knockout a sus contrincantes y dejó en firme su posición como potencia mundial, no únicamente económica, sino armamentista, y se convirtió gracias al terror disfrazado de patriotismo y heroísmo, en el símbolo de la capacidad de destrucción que tiene el hombre. Disfrazado, porque posterior a esto, a los mal llamados americanos se les agradeció su intervención en el conflicto bélico pues le pusieron fin, sin pensar que el fin verdadero fue la pérdida de millones de vidas,  la destrucción y desaparición de familias, y la tristeza y el dolor que desolaron a más de un continente del globo.  Hiroshima y Nagasaki son, además, uno de los peores desastres ambientales en la historia pues todo, absolutamente todo, quedó contaminado, desolado y árido; los habitantes de estas ciudades vivieron por años en un limbo económico del que resultaba casi imposible salir, por las condiciones en que estaba todo lo que conocían y también porque quienes corrieron con la suerte de sobrevivir al ataque, quedaron en un estado de trance mental en el que durante muchos años no supieron si estaban realmente vivos o medio muertos. A pesar de las precarias condiciones en las que quedó sumida la ciudad japonesa, algunos habitantes sentían vergüenza por considerarse sobrevivientes, pues creían que esto era una ofensa para sus seres fallecidos.

Ante la posibilidad de enfrentar una guerra nuclear, las heridas del 6 y 9 de agosto de 1945 hacen parte de una hoja del libro histórico de la humanidad que se escribió más como una advertencia que como una sentencia, pues muchas personas hoy, 70 años después de lanzada la primera y única bomba de hidrógeno, nos preguntamos ¿Si esa tecnología existía en 1945, cómo será la que existe ahora?

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